Miércoles, 07 de Mayo de 2025
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Un reencuentro político con sabor a reconciliación: Márquez y Benedetti, del ring a la conversación

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En un país donde los desacuerdos políticos suelen convertirse en espectáculos públicos, la reciente reunión entre la vicepresidenta Francia Márquez y el ministro del Interior, Armando Benedetti, marca un giro refrescante hacia la madurez institucional. Tres meses después del Consejo de Ministros televisado que dejó al descubierto profundas grietas dentro del gabinete de Gustavo Petro, los dos protagonistas de aquel incómodo episodio volvieron a encontrarse, esta vez lejos de las cámaras, y más cerca del diálogo constructivo.

Las imágenes difundidas del encuentro no muestran tensión ni frialdad. Por el contrario, los rostros de ambos reflejan un clima de distensión, sonrisas y cercanía. Benedetti fue enfático al decir que la reunión se dio “en mejor clima, de risas y mucho cariño”, una declaración que no solo sorprende, sino que también sugiere que en el alto gobierno hay espacio para la reconciliación y la cooperación, aun entre quienes han expresado diferencias profundas.

En aquella acalorada sesión de febrero, Márquez se había desmarcado públicamente del nombramiento de Benedetti como ministro del Interior, cuestionando su idoneidad en el cargo. La escena quedó grabada en la memoria colectiva como símbolo de un gabinete que, más que un equipo, parecía una suma de islas. Sin embargo, este reciente acercamiento puede leerse como una señal de que las prioridades nacionales —en este caso, los derechos de las comunidades negras y el desarrollo del Pacífico colombiano— están por encima de los roces personales o las agendas individuales.

Uno de los temas centrales del diálogo fue la reglamentación pendiente de la Ley 70 de 1993, una deuda histórica con las comunidades afrocolombianas. Benedetti reconoció que se discutieron aspectos clave como la financiación de esa reglamentación y la necesidad de avanzar con acciones concretas. “Estamos hablando de un tema de recursos para hacerlo”, dijo, dejando claro que más allá del simbolismo, la voluntad política necesita respaldo presupuestal para traducirse en resultados.

La vicepresidenta Márquez, quien ha hecho de la reivindicación de los pueblos afrodescendientes una bandera personal y política, parece haber encontrado terreno común con Benedetti en este punto. Si bien las heridas del pasado no se borran de un plumazo, los intereses compartidos podrían ser el catalizador de una colaboración más estrecha en lo que resta del gobierno.

Benedetti, con su estilo directo, zanjó el asunto con una frase que sintetiza su postura: “Para que haya pelea, alguien tiene que subirse al ring. Yo todavía no me he subido en ningún ring”. Más allá del tono coloquial, sus palabras sugieren que no está interesado en prolongar los conflictos internos, sino en gestionar, acordar y, sobre todo, ejecutar.

Este episodio deja una lección importante para el resto del gabinete: los desacuerdos, incluso los más duros, no deben ser una excusa para la parálisis. La política, en su mejor versión, es el arte del encuentro y no de la confrontación perpetua. Márquez y Benedetti lo entendieron a tiempo.

En un país donde la crispación suele imponerse sobre el consenso, el gesto de sentarse a conversar —con honestidad, pero también con voluntad de avanzar— puede ser el primer paso para construir un gobierno más cohesionado. No por uniforme, sino por comprometido con las causas que verdaderamente importan a millones de colombianos. ¿Será esta una nueva etapa para el «Gobierno del Cambio»? El tiempo lo dirá, pero al menos hoy hay una fotografía que invita al optimismo.

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