La madrugada del viernes marcó un antes y un después para los habitantes de La Pintada, un municipio enclavado en el corazón del suroeste antioqueño, donde la fuerza desbordada del río Cauca no sólo inundó viviendas, sino también los sueños y la cotidianidad de más de 3.800 personas que hoy lo perdieron casi todo. Las lluvias persistentes, que no dieron tregua en las últimas horas, provocaron el colapso del cauce, que se abrió paso con violencia por los barrios más vulnerables del municipio.
Los barrios El Carmelo, San Jorge, La 40, La Tablaza, Barrio Colombia, El Kilómetro, La Brecha y Brisas del Cauca figuran entre los más golpeados por esta tragedia. En estos sectores, el agua irrumpió como un visitante indeseado, dejando a su paso casas inhabitables, enseres inservibles y un sentimiento compartido de angustia e incertidumbre. Las primeras estimaciones hablan de 2.200 viviendas afectadas, muchas de ellas completamente anegadas, lo que ha obligado a cientos de familias a buscar refugio en albergues temporales o donde vecinos y allegados.
Guillermina Palacio, habitante del municipio, recuerda con voz entrecortada cómo el agua entró a su vivienda a las dos de la madrugada. “Despertamos con el ruido del agua entrando por las puertas. No sabíamos si correr a salvar los animales o tratar de proteger lo poco que teníamos dentro de la casa. Mis hijos, mis hermanos, todos nos vimos afectados”, relata con un dejo de impotencia. En otra zona del municipio, Flor Edilma Corrales vivió una escena similar: “Ya el agua estaba hasta las camas cuando nos dimos cuenta. Solo alcanzamos a subir algunas cosas. Todo se nos mojó”.
Las autoridades municipales no tardaron en reaccionar. El alcalde Herman Correa Bedoya informó que se activó de inmediato el Consejo Municipal de Gestión del Riesgo y que el hecho fue puesto en conocimiento del Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Antioquia (Dagran). Asimismo, efectivos de la Policía y el Ejército Nacional han llegado a la zona para prestar apoyo logístico y garantizar la seguridad de los damnificados.
El panorama es desolador. Las calles de La Pintada se han convertido en canales improvisados donde flotan muebles, colchones, electrodomésticos y recuerdos familiares. La población, golpeada por la fuerza de la naturaleza, trata de entender cómo reconstruir la vida desde las ruinas que dejó el agua. Mientras tanto, los organismos de socorro insisten en que la emergencia no ha terminado. El pronóstico del clima anuncia más lluvias en las próximas horas, por lo que se pide a los ciudadanos extremar precauciones y mantenerse en zonas seguras.
La tragedia de La Pintada pone de relieve, una vez más, la fragilidad de las comunidades asentadas cerca de los grandes afluentes del país. Aunque el río Cauca ha sido históricamente una fuente de vida, también se ha convertido, por momentos, en una amenaza latente, especialmente en contextos de cambio climático y creciente urbanización sin planificación adecuada.
Hoy La Pintada necesita más que lamentos: requiere acciones concretas, apoyo estatal, solidaridad ciudadana y una mirada estructural que permita prevenir desastres de esta magnitud en el futuro. Porque más allá de los números, hay historias humanas que claman por ser escuchadas y una comunidad que, a pesar del dolor, se niega a rendirse.