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Petro alza la voz en la Celac: una América Latina que dice no a la imposición 

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Desde Tegucigalpa, en el marco de la Cumbre de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el presidente Gustavo Petro protagonizó uno de los discursos más punzantes de la jornada. En un tono firme y sin concesiones, hizo un llamado a toda América Latina para plantarse frente a lo que calificó como “la imposición” de las políticas migratorias del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. “Eso no es diálogo, es imposición”, sentenció Petro ante un auditorio expectante.

El mandatario colombiano no solo cuestionó el endurecimiento de las políticas migratorias del pasado gobierno estadounidense, sino que denunció lo que considera un trato sistemático y deshumanizante hacia la población migrante. “No son criminales. Son seres humanos que huyen del hambre, de la guerra, de la exclusión. América Latina no puede quedarse callada ante esa narrativa que los criminaliza por existir”, dijo con vehemencia.

El mensaje de Petro fue más allá de la política exterior. Hizo un llamado urgente a la unidad regional, sin importar las etiquetas ideológicas. “Ya es hora de que izquierdas, derechas, movimientos sociales, indígenas, campesinos, empresarios y académicos nos reconozcamos en un mismo dolor y en una misma causa: la dignidad latinoamericana”, expresó. Para Petro, el tiempo de la sumisión política y económica ha caducado.

Sus palabras tocaron un nervio sensible en una región que históricamente ha vivido bajo la sombra de decisiones tomadas en el norte. Pero lo que diferencia este discurso de otros similares en el pasado es su propuesta concreta: una agenda multilateral basada en la vida, no en la represión. “¿Por qué hablar solo de drogas y violencia? Hablemos de medicamentos, de salud, de oportunidades”, propuso, cuestionando el enfoque tradicional de la cooperación internacional.

No es la primera vez que el presidente colombiano arremete contra las políticas estadounidenses, pero esta vez lo hizo ante una comunidad regional que, en muchos casos, comparte la carga migratoria y las consecuencias sociales de esas decisiones. Su postura busca reposicionar a América Latina no sólo como víctima de las dinámicas globales, sino como un actor con voz propia.

Sin embargo, las reacciones en el foro fueron mixtas. Algunos mandatarios compartieron el tono crítico, mientras otros prefirieron mantener la prudencia diplomática. Aun así, el mensaje de Petro dejó sembrada una semilla incómoda pero necesaria: ¿hasta cuándo la región seguirá aceptando imposiciones ajenas como si fueran acuerdos bilaterales?

Lo cierto es que el debate migratorio ha dejado de ser un asunto exclusivo entre gobiernos y se ha convertido en una crisis humanitaria de alcance hemisférico. Las caravanas, los pasos ilegales, los centros de detención y los discursos de odio son solo síntomas de una enfermedad más profunda: la desconexión entre los modelos económicos y la realidad social de millones de personas.

En un momento donde la región enfrenta desafíos compartidos —desde el cambio climático hasta la desigualdad estructural—, el discurso de Petro en la Celac no solo fue un acto de denuncia, sino una provocación política. ¿Será este el punto de inflexión para una América Latina más cohesionada, más autónoma, más justa? El eco de su voz aún resuena en los pasillos de Tegucigalpa, a la espera de respuestas concretas.

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