El futuro de la selección colombiana pende de un hilo. La cita de este martes en Barranquilla contra Paraguay, un equipo en ascenso, se presenta como una de las más decisivas en el proceso de Néstor Lorenzo. Tras una racha de tres derrotas consecutivas, la Tricolor no tiene más margen de error. Con la presión acumulada por perder cuatro de los últimos cinco partidos en las Eliminatorias, el equipo nacional debe lograr una victoria para no solo salvar el proceso, sino también para retomar la esperanza de clasificar al Mundial 2026.
Este encuentro llega en un momento crucial para el cuerpo técnico y los jugadores, quienes han visto cómo su posición en la tabla se desploma. La derrota ante Brasil, que dejó ver grietas en el rendimiento colectivo, ha puesto en evidencia las falencias tácticas y de concentración del equipo. Néstor Lorenzo, consciente de la urgencia, reconoce que la clasificación está en juego. “No es lo mismo estar con un equipo 50 días juntos que en las Eliminatorias, donde los jugadores llegan a jugar. Hay cosas que no se hicieron bien y errores que debemos corregir”, confesó el técnico, evidenciando la presión que recae sobre sus hombros.
La ausencia de Dávinson Sánchez es otro golpe para Colombia, no solo por su calidad, sino también por la solidez que le aporta a la defensa. El jugador, víctima de una conmoción cerebral, fue desconvocado a última hora, lo que pone en evidencia las complicaciones físicas que acechan a la selección. Sin embargo, la noticia positiva es el regreso de Jhon Jader Durán, quien por fin podrá reforzar el ataque colombiano tras cumplir con su sanción por tarjetas amarillas. El delantero, que milita en el Al-Nassr, será una pieza clave para ofrecerle al equipo una mayor capacidad de generar goles.
Paraguay, en contraste, llega con una moral envidiable. Después de una racha de siete partidos sin conocer la derrota, la selección dirigida por Gustavo Alfaro se muestra sólida, con una defensa firme y un ataque peligroso encabezado por jugadores como Miguel Almirón y Antonio Sanabria. La reciente victoria 1-0 sobre Chile en Asunción, sumada a su balance de cuatro victorias y tres empates, demuestra el buen momento que atraviesa la Albirroja. En palabras de Alfaro, Barranquilla “debe ser de las visitas más difíciles de esta eliminatoria”, subrayando las complicaciones que el clima y el fervor local pueden generar para cualquier equipo visitante.
El desafío para Colombia no es solo la calidad de su rival, sino también su propia inestabilidad emocional. Las derrotas seguidas han golpeado la confianza de un equipo que, hasta hace poco, parecía tener claro su camino hacia el Mundial. La ansiedad se ha apoderado de los jugadores, y la necesidad de ganar es ahora más que una obligación: es una cuestión de supervivencia para el proyecto de Lorenzo.
El técnico argentino Gustavo Alfaro ha sido clave en la consolidación de un equipo competitivo. Su experiencia en el fútbol sudamericano ha permitido a Paraguay hacerse fuerte en este ciclo de Eliminatorias, y la Tricolor tendrá que estar a la altura si no quiere ver cómo se le escapa la oportunidad de mantenerse en la pelea. En la última victoria de Paraguay en Barranquilla, en 2017, Antonio Sanabria fue el encargado de marcar el gol que dejó a Colombia con las manos vacías. Un recordatorio de que la Albirroja no solo compite de igual a igual, sino que también sabe cómo sacar réditos en territorio colombiano.
En este contexto, la presión recae sobre Néstor Lorenzo, quien sabe que este es un partido que podría marcar el rumbo del proceso. No solo es importante sumar de a tres para mantener vivas las aspiraciones mundialistas, sino también para evitar que el proceso se tambalee definitivamente. Las voces críticas comienzan a sonar más fuerte con cada derrota, y la clasificación a la Copa del Mundo podría convertirse en un sueño distante si los errores continúan sin ser corregidos.
Por ahora, Colombia debe centrarse en lo que tiene por delante. Un triunfo ante Paraguay no solo significaría tres puntos vitales en la tabla, sino también el regreso de la esperanza para una selección que, por momentos, parece haber perdido su rumbo. La cita en Barranquilla es más que un partido: es una final anticipada para la Tricolor, un duelo en el que el futuro inmediato del fútbol colombiano está en juego. La victoria es imperativa, porque, como bien se sabe en el fútbol, en este tipo de momentos no hay espacio para la especulación: o se gana o se pierde.