Jueves, 08 de Mayo de 2025
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Humo negro en el Vaticano: el mundo sigue esperando al nuevo sucesor de Pedro

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Una vez más, la Capilla Sixtina se convirtió en el epicentro de la atención global. La segunda jornada del cónclave vaticano concluyó, como la anterior, con una señal que ya todos reconocen: humo negro, denso y simbólico, elevándose hacia el cielo romano como una promesa aún incumplida. El mensaje es claro: los cardenales no han alcanzado consenso. No hay papa. Aún.

La expectativa crece al ritmo de la espera. La Plaza de San Pedro, corazón del catolicismo, volvió a llenarse de fieles, peregrinos y curiosos, todos atentos al ritual centenario que decide el futuro espiritual de más de mil millones de creyentes. Las campanas aún no suenan, la paloma aún no vuela. En su lugar, el carbón arde y pinta de incertidumbre el cielo.

La votación de esta mañana, que comenzó a las 10:30 a. m. hora de Roma, no logró el quórum de dos tercios necesario para elegir al nuevo pontífice. El proceso, cargado de solemnidad y misterio, se repite bajo la mirada atenta de una humanidad dividida entre la fe y la especulación. Las quinielas de nombres continúan, los análisis se multiplican, pero sólo los muros del Vaticano conocen realmente lo que se discute bajo los frescos de Miguel Ángel.

Para muchos, este compás de espera no es signo de fracaso, sino de prudencia. Elegir a un papa es mucho más que seleccionar a un líder religioso; es nombrar a una figura de influencia moral, política y cultural con un peso descomunal en el mundo contemporáneo. Los cardenales, conscientes del momento histórico, parecen dispuestos a tomarse el tiempo necesario antes de proclamar la fumata blanca.

Mientras tanto, voces de esperanza emergen entre la multitud. “Es emocionante estar aquí, vivir esto en persona”, dice Marcela Tapia, una mexicana que llegó hasta Roma para presenciar el momento. Como ella, miles esperan que las deliberaciones del cónclave se orienten no solo por la tradición, sino también por la necesidad de un pontífice que comprenda los desafíos de una Iglesia que navega entre crisis internas, escándalos pasados y una nueva era digital que exige apertura sin perder identidad.

En medio de la bruma teológica y política, el Vaticano vive uno de esos momentos donde el pasado y el presente se cruzan con una intensidad única. Cada voto, cada oración, cada silencio entre los cardenales, forma parte de una coreografía que, aunque antigua, mantiene su magnetismo intacto. El mundo mira, escucha y espera.

Pero también se interroga: ¿Será un papa del sur global? ¿Un reformista o un continuador del legado de Francisco? ¿Un pastor cercano o un teólogo académico? Cualquiera que sea el nombre que emerja, cargará sobre sus hombros un mandato exigente y una fe ansiosa de renovación.

Por ahora, el humo sigue siendo negro. La espera continúa. Y el Vaticano, cuna de secretos y símbolo de espiritualidad, guarda en su caparazón de piedra el nombre que aún no ha sido pronunciado.

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