Sábado, 14 de Junio de 2025
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El silencio de los grifos: cortes de agua y una ciudad que aprende a esperar

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Esta semana, Medellín y varios de sus municipios vecinos vivirán una pausa forzada en uno de los servicios más esenciales y, paradójicamente, menos valorados: el agua. Empresas Públicas de Medellín (EPM) anunció cortes programados en zonas de Medellín, Itagüí, Bello y Girardota debido a trabajos de mantenimiento en las redes de acueducto. Una medida que, aunque necesaria, pondrá a prueba la paciencia de más de 30 mil usuarios entre hogares, comercios y pequeñas industrias.

Girardota fue el primero en sentir el efecto del silencio hidráulico. Desde las ocho de la noche del lunes 26 de mayo hasta la madrugada del martes 27, los barrios El Barro, El Totumo, Las Cuchillas y Manga Arriba permanecieron secos. No hubo chorros para el café matutino, ni duchas que despejen el amanecer. Apenas el eco de una modernización silenciosa, que entra con pico y pala, y se va con el murmullo de la espera.

Pero esto es solo el comienzo. Medellín, la ciudad que alguna vez fue ejemplo de ingeniería urbana, ahora enfrenta los retos de una infraestructura que envejece. Los barrios de la zona nororiental, como Brasilia, Aranjuez, La Piñuela y Moravia, quedarán sin servicio desde la tarde del jueves 29 hasta la mañana del viernes 30 de mayo. Una interrupción de doce horas que obliga a replantear rutinas, a almacenar lo indispensable y a ser más conscientes del recurso que, cuando falta, nos revela su verdadero valor.

EPM, en su comunicado oficial, subraya que las interrupciones permitirán avanzar en el mantenimiento, la modernización y el lavado de tanques. Son obras necesarias, sin duda, en una ciudad que crece y exige mayor cobertura y eficiencia. Pero también son recordatorios de que el agua no es una garantía permanente, y que la infraestructura necesita atención constante para evitar que la escasez deje de ser transitoria.

En Itagüí y Bello, otras comunidades también se preparan para la desconexión temporal. Aunque los horarios y sectores específicos aún no se detallan del todo, el anuncio ha generado preocupación en sectores populares, donde la logística del día a día no tolera fácilmente estos cortes. Allí, donde el agua es un bien compartido y muchas veces racionado incluso en tiempos normales, la noticia no se recibe con resignación sino con ansiedad.

Más allá del calendario técnico, este episodio pone de relieve una reflexión mayor: ¿Estamos preparados para enfrentar con responsabilidad el uso del agua? ¿Sabemos cuánto gastamos, cuánto desperdiciamos, cuánto contaminamos? Las interrupciones, aunque molestas, son también oportunidades pedagógicas. Nos obligan a pensar en lo que no vemos, en lo que fluye por tuberías ocultas y que solo recordamos cuando deja de llegar.

Por supuesto, también está el deber institucional. Las entidades públicas tienen la responsabilidad no solo de reparar y prevenir, sino de comunicar con transparencia, de garantizar planes de contingencia y de asegurar que las obras de hoy no se conviertan en los problemas de mañana. Porque el agua no puede ser un lujo ni un motivo de angustia, sino un derecho fluido y digno para todos.

Y mientras las canecas se llenan y los baldes esperan su turno, Medellín, con sus cerros, sus comunas y su corazón urbano, debe prepararse para una pequeña sequía. Que esta semana sin agua no se convierta en olvido, sino en aprendizaje. Porque en una ciudad que aspira a ser sostenible, incluso el más breve de los cortes puede abrir una compuerta hacia la conciencia.

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