Antioquia, tierra de montañas, ríos y contrastes, ha decidido mirar al futuro sin renunciar a su geografía ni a su historia. Después de casi cinco décadas con el mismo modelo de división territorial, el departamento se prepara para una transformación profunda: pasará de las tradicionales nueve regiones a una estructura de 17 esquemas territoriales, compuestos por 14 provincias y 3 áreas metropolitanas. No se trata sólo de líneas sobre un mapa, sino de una apuesta por equilibrar el poder, acercar el Estado a los municipios y darle aire a los territorios más olvidados.
Desde 1975, la división regional ha servido más como referente cultural que como herramienta de gestión. Las nueve regiones –Aburrá, Oriente, Suroeste, Occidente, Urabá, Norte, Bajo Cauca, Nordeste y Magdalena Medio– han sobrevivido más por costumbre que por funcionalidad. Pero en un departamento del tamaño de un país, con más de 63 mil kilómetros cuadrados, planear desde el centro es cada vez más inviable. Antioquia es más grande que Dinamarca, Suiza o Bélgica, y esa sola comparación obliga a repensar su modelo de administración.
El impulso de esta reforma lo lideró el Departamento Administrativo de Planeación, bajo la dirección de Eugenio Prieto Soto. Según explica el funcionario, este diseño responde a una necesidad crítica: mejorar la eficiencia del gasto público y articular los municipios con criterios reales de identidad, proximidad y vocación productiva. Porque hoy, la mayoría de los 125 municipios antioqueños apenas logran sostenerse con los escasos ingresos propios que recauda, y dependen casi por completo de transferencias nacionales o del presupuesto departamental.
En este nuevo esquema, las provincias no serán solo líneas imaginarias, sino estructuras con representación y autonomía relativa. Su función será la de facilitar proyectos comunes, consolidar agendas regionales y optimizar el uso de recursos. Por ejemplo, municipios vecinos con vocación agrícola podrán trabajar juntos en mejorar sus cadenas productivas, mientras que zonas con problemáticas ambientales similares podrán planificar de forma coordinada. Será una forma de entender que los problemas –y las soluciones– rara vez respetan las fronteras municipales.
El proceso de construcción del nuevo mapa ha sido, además, profundamente participativo. Desde 2023, la Gobernación ha sostenido mesas de trabajo con alcaldes, concejales, líderes sociales y empresarios de todo el departamento. La premisa ha sido clara: esta no es una imposición desde Medellín, sino un rediseño que nace desde los territorios. No es sólo cartografía, es gobernanza desde la raíz.
La creación de tres áreas metropolitanas adicionales –además del Valle de Aburrá, que ya existe– también busca responder a una realidad: el crecimiento urbano ha desbordado los límites municipales, y muchas ciudades intermedias hoy se comportan como verdaderas metrópolis. Entenderlas como tales permitirá no solo mejorar la movilidad y la prestación de servicios públicos, sino proyectar un desarrollo más equilibrado y sostenible.
Aunque la propuesta aún debe superar varios trámites administrativos y legales, la voluntad política parece estar alineada. El gobernador Andrés Julián Rendón ha respaldado el proceso y ha señalado que esta reconfiguración territorial será una de las apuestas estructurales de su mandato. «Es hora de que Antioquia deje de pensarse desde el centro y comience a construirse desde sus márgenes», ha dicho en más de una ocasión.
Con este rediseño, Antioquia busca dar un paso firme hacia la descentralización real. Porque los territorios no pueden seguir esperando desde la periferia. Porque un mapa actualizado no solo permite ubicarnos mejor, sino construir con más justicia. Y porque, como bien lo entienden los pueblos de estas montañas, el desarrollo no llega desde arriba: se siembra desde el suelo.