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Ancelotti, del blanco al verde amarelo: un adiós elegante y un reto colosal

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Carlo Ancelotti ha puesto fecha definitiva a su metamorfosis futbolística. El 26 de mayo, apenas un día después del cierre oficial de La Liga, cambiará el banquillo del Real Madrid por el de la selección de Brasil. El anuncio, hecho con la serenidad que caracteriza al técnico italiano, cierra uno de los capítulos más exitosos en la historia reciente del club blanco y abre una nueva era para la Canarinha, marcada por la ambición de recuperar su reinado mundial.

En rueda de prensa previa al partido contra el Mallorca, Ancelotti confirmó lo que ya era un secreto a voces: su futuro está en Sudamérica. “Desde el día 26 seré entrenador de Brasil, que es un reto”, dijo con voz firme y sin aspavientos, como quien entiende que, en el fútbol de élite, los ciclos no se cierran con estridencia sino con elegancia. El técnico más laureado en la historia del Real Madrid se marcha sin estruendos, sin polémicas y sin reproches.

La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) se anticipó al anuncio del club merengue, generando cierto revuelo mediático. Pero Ancelotti, fiel a su estilo diplomático, restó importancia al tema. “El Madrid sacará el comunicado cuando quiera. Lo que he hablado con el club es absolutamente personal”, sentenció. Palabras que reflejan una separación en buenos términos y un respeto mutuo que parece intacto, incluso en el punto final.

Con 15 títulos al mando del Real Madrid —incluidas tres Champions League—, Ancelotti se despide como una leyenda viviente del Santiago Bernabéu. Pero no se marcha a descansar: su destino es Brasil, una de las selecciones más complejas y exigentes del planeta fútbol. Allí no solo tendrá que gestionar figuras de talla mundial, sino también el peso simbólico de una camiseta que exige victoria, belleza y redención tras años sin saborear la gloria global.

Asumir el banquillo de Brasil implica más que una transición técnica. Es aceptar una responsabilidad cultural, histórica y emocional. La selección cinco veces campeona del mundo espera que Ancelotti devuelve el equilibrio a un equipo que, desde 2002, busca un nuevo título que lo devuelva a la cúspide. La presión es brutal, y el margen de error, ínfimo. El reto no está en los nombres de la plantilla, sino en transformar ese talento en resultados consistentes y, sobre todo, en identidad de juego.

Para la CBF, el fichaje del italiano representa una apuesta audaz y costosa, no solo en términos salariales, sino también estratégicos. En lugar de recurrir a un técnico local, la federación opta por un referente europeo con experiencia, jerarquía y, quizás lo más importante, autoridad para lidiar con egos y tensiones internas. El mensaje es claro: Brasil quiere volver a ganar, y está dispuesta a romper esquemas para lograrlo.

En Madrid, el adiós de Ancelotti deja un vacío difícil de llenar. No solo por sus trofeos, sino por la templanza con la que supo manejar un vestuario plagado de estrellas. En tiempos donde la figura del entrenador es cada vez más efímera, su paso por la Casa Blanca será recordado como un modelo de gestión silenciosa pero efectiva. “Estoy centrado en terminar bien esta aventura espectacular”, dijo. Y nadie duda de que lo hará.

Así, entre abrazos discretos y promesas futuras, Carlo Ancelotti se prepara para cruzar el Atlántico. Dejará atrás el mármol de Chamartín para adentrarse en la pasión desbordada del Maracaná. Su próximo desafío no es menor: devolverle a Brasil su sonrisa mundialista. Y si alguien tiene la fórmula para lograrlo sin perder la calma, es este señor de cabello plateado que habla poco y gana mucho.

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