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El “nazi” como estrategia: ¿qué está pasando con Petro?

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En las últimas 24 horas, el presidente Gustavo Petro ha utilizado el término “nazi” en al menos diez ocasiones, dirigiendo este calificativo hacia sus opositores, medios de comunicación y hasta jueces. Un recurso verbal repetido que ha generado no solo polémica, sino también preocupación sobre el rumbo que está tomando la política en Colombia. La pregunta que surge es clara: ¿Le sirve al presidente esta estrategia y, más aún, a quién beneficia?

La polémica en torno a la palabra «nazi» no es menor. Como bien lo dijo el escritor argentino Julio Cortázar, las palabras, al igual que los hombres, se pueden cansar y perder su significado con el uso excesivo o incorrecto. En este caso, el término «nazi», que evoca la barbarie del Holocausto y el genocidio perpetrado bajo el régimen de Adolf Hitler, se ha convertido en un recurso común para descalificar a aquellos que se oponen al presidente y su agenda. Sin embargo, su uso excesivo y, a menudo, sin el debido contexto histórico, corre el riesgo de banalizar el horror que representa ese periodo oscuro de la humanidad.

El presidente Petro parece haberse apropiado de un lenguaje beligerante, que, en lugar de generar una conversación constructiva, ha alimentado la polarización en la sociedad colombiana. En lugar de profundizar en las diferencias políticas de manera respetuosa, el mandatario ha elegido el camino de la confrontación verbal, utilizando la etiqueta de «nazi» para señalar a aquellos que disienten de su visión. Esto no solo ha encendido las alarmas en los sectores más críticos de su gobierno, sino que también ha sido cuestionado por instancias judiciales, como el Consejo de Estado, que le ha ordenado rectificar sus declaraciones.

Petro, sin embargo, no ha cedido ante las críticas. En lugar de hacer un mea culpa, ha intentado matizar su uso del término, alegando que no siempre que se menciona la palabra “nazi” se está acusando a alguien de ser un genocida, sino de estar alineado con ciertas ideologías o posturas políticas. Este intento de aclaración parece más bien una estrategia para eludir las sanciones legales, mientras sigue utilizando un lenguaje cargado de agresividad que contribuye a un ambiente de confrontación constante.

Este lenguaje polarizante, según expertos, responde a una estrategia más amplia: la construcción de un enemigo político que justifique las acciones del gobierno. En este sentido, el vocablo “nazi” cumple un rol central en la narrativa del presidente. Según Mario Morales, director del Observatorio de Medios de la Universidad Javeriana, Petro está usando un término que históricamente está vinculado con el extremismo y el totalitarismo para construir un enemigo ideológico al que se opone su visión progresista. Es una forma de simplificar el panorama político y darle a sus seguidores una figura clara contra la que luchar.

La reducción del adversario a una categoría simple y demonizada no es un fenómeno nuevo en la política. El politólogo Humberto Librado explica que este tipo de discursos busca construir una narrativa de lucha constante, donde el «enemigo» es presentado de manera reductiva, lo que facilita la movilización de las bases a través del miedo y la indignación. En este caso, la etiqueta de “nazi” no solo reduce al adversario político, sino que también justifica el endurecimiento de las posiciones y el rechazo de cualquier intento de conciliación.

Lo más preocupante de este enfoque es que, en lugar de fomentar un debate constructivo sobre los problemas reales del país, como las reformas en salud o en el trabajo, se alimenta una atmósfera de confrontación que podría resultar peligrosa para el futuro político del país. Con la vista puesta en una consulta popular y en un período electoral cada vez más cercano, el presidente Petro parece optar por un discurso radical que busca movilizar a sus seguidores mediante la creación de un enemigo claro. Sin embargo, esto podría tener efectos contraproducentes, pues al dividir aún más al país, podría obstaculizar cualquier intento de reconciliación o avance en los temas cruciales.

En conclusión, la estrategia de Petro, basada en el uso repetido de términos como “nazi” y otras etiquetas extremas, puede estar alcanzando un límite de efectividad. Mientras que en un principio estas palabras pueden haber servido para movilizar a sus seguidores, su uso constante corre el riesgo de erosionar su poder simbólico y generar un desgaste en el discurso político. A medida que la polarización se profundiza, la pregunta sobre quién realmente se beneficia de esta retórica se hace más pertinente. Lo que parece claro es que, si Petro continúa por este camino, Colombia podría enfrentarse a un futuro político marcado por la intolerancia y el radicalismo, en lugar de un debate respetuoso y constructivo.

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