En una noche que prometía gloria, Colombia se vio nuevamente despojada de la victoria en el último suspiro, como si el destino hubiese sellado su cruel sentencia. En el último minuto del tiempo de adición, cuando el empate parecía el resultado más justo, Vinicius Júnior, con un disparo que se desvió en Jéfferson Lerma, dio la estocada final. El 2-1 para Brasil fue un golpe devastador para la Tricolor, que estuvo a punto de sacar un empate heroico en tierras brasileñas. Ahora, la clasificación al Mundial depende de un triunfo imprescindible ante Paraguay, el próximo martes en Barranquilla.
El encuentro comenzó con un aire de incertidumbre y ansiedad. Colombia se vio sorprendida por la agresividad de Brasil, y la primera jugada clave llegó a los cinco minutos, cuando un imprudente penalti cometido por Daniel Muñoz sobre Vinicius Júnior permitió a Raphinha adelantar a los locales. Un gol temprano que dejó a la Selección colombiana sin margen para la reflexión. El golpe fue inmediato, pero también lo fue la reacción de un equipo que, aunque desconcertado al principio, no se dejó arrastrar por la presión de un Brasil dispuesto a dominar desde el primer momento.
El primer tiempo fue una constante lucha por el control del balón. Colombia, sin poder tomar aire, se vio acorralada por los constantes embates de la verdeamarela. La pelota circulaba con velocidad y Brasil parecía tener la situación bajo su control. Sin embargo, cuando más lo necesitaba, apareció el ídolo de siempre: Luis Díaz. Con su carácter indomable, Lucho presionó hasta forzar un error en la salida de los brasileños y, tras una asistencia de James Rodríguez, el gol llegó con la calma de un depredador. La fría precisión de Díaz fue la chispa que encendió la esperanza, igualando el marcador y reavivando los sueños de los colombianos.
El segundo tiempo fue una verdadera guerra de resistencia. Colombia, con una defensa sólida liderada por un Camilo Vargas imbatible y un Dávinson Sánchez monumental en la zaga, resistió los embates de Brasil, que jugaba al todo o nada. El arquero colombiano fue el gran héroe de la noche, negando hasta lo imposible a los brasileños y manteniendo a Colombia en el partido, mientras que la defensa se desvivió para desactivar los ataques más peligrosos. Sin embargo, cuando parecía que la suerte había favorecido a los cafeteros, el VAR se encargó de devolverles la esperanza solo para arrebatarla poco después: un gol anulado por una discutida falta sobre el portero brasileño dejó el marcador en vilo.
El partido alcanzó su punto más dramático con una interrupción por un choque entre Dávinson Sánchez y Alisson Becker. El golpe, que obligó a ambos a abandonar el campo, detuvo el juego y sumó 10 minutos adicionales al reloj. En ese lapso, Colombia luchó con lo que tenía, aferrándose al empate como un tesoro. Pero el destino, siempre impredecible, tenía preparado otro giro trágico. El remate de Vinicius Júnior, que desvió en Lerma y dejó sin reacción a Vargas, culminó el sufrimiento de la Selección. La ilusión de un empate heroico se desvaneció en un instante, y Brasil selló su victoria con un grito de desahogo.
Tras el partido, surgieron voces de protesta en torno a los siete cambios realizados por Brasil, algo que generó incertidumbre. Sin embargo, un análisis del reglamento aclaró que Brasil actuó conforme a las normas, debido a las conmociones sufridas por Alisson Becker y Dávinson Sánchez. De acuerdo con las reglas vigentes, cuando un jugador tiene que abandonar el campo por un golpe en la cabeza, se permite una sustitución adicional por cada selección. En este caso, ambos equipos recibieron la posibilidad de realizar dos cambios extras, lo que disipó cualquier duda sobre la legalidad de las sustituciones brasileñas.
Este resultado deja a Colombia con la obligación de sumar tres puntos más ante Paraguay el martes en Barranquilla. Con seis puntos de distancia respecto a la clasificación directa al Mundial, la Tricolor se encuentra en una encrucijada. La victoria ante los guaraníes es crucial para seguir soñando con el tan ansiado boleto a la Copa del Mundo. La tarea es difícil, pero el equipo sigue vivo, con el espíritu intacto y la esperanza de que el sueño mundialista aún es posible.
El fútbol, en su naturaleza impredecible, nos ha dejado una vez más con la sensación de que Colombia estuvo tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos. Sin embargo, la ilusión no se ha apagado. La Tricolor debe levantarse, sacudirse el polvo de la derrota y seguir adelante. El camino al Mundial continúa, y Colombia debe luchar, como siempre lo ha hecho, con el corazón en la mano y la mirada puesta en el objetivo final. La cita con la gloria sigue siendo una posibilidad, y el país entero está listo para acompañar a su selección en este viaje lleno de sacrificio y esperanza.